miércoles, 17 de septiembre de 2014

CONVENTO DE SANTA ANA



Está situado en la calle Santa Ana número 34, este convento se fundó por la Orden de Carmelitas Descalzas en Paterna del Campo trasladándose a Sevilla en 1564, aunque en su actual edificio se encuentran desde 1606 por petición expresa de Fray Alonso de Bohórquez, provincial del Carmelo en esa época, antes de este traslado estuvieron residiendo en unas casas de la calle Rosario.
 
Su fachada es muy sobria y cuenta con su acceso principal inacabado, aunque se mantienen las adarajas a las que se pegaría la decoración de la portada. A la derecha se encuentra el retablo cerámico de Santa Ana y la Virgen, para conmemorar el IV centenario de su fundación. Es un edificio en el que las distintas dependencias se articulan alrededor del claustro principal, es de dos plantas con arquerías sobre columnas de mármol que proporcionan la luz a todas las estancias. Si esta parte es interesante no lo es menos su Iglesia, fue construida a principios del XVII es de una sola nave, como suele ser habitual en este tipo de edificaciones conventuales, cuenta con bóveda de cañón y arcos fajones y lunetos, con una interesante decoración de yeserías, a los pies se sitúa el coro y la clausura, se accede también desde un pequeño patio y lo primero que nos encontramos es una pequeña galería en la que se encuentra el torno, a continuación antes de entrar en la sacristía, hay una Dolorosa en una vitrina, anunciando que ya podemos entrar a la Iglesia.
 
 
 
 
 
 
 
El retablo mayor es barroco del siglo XVII, anteriormente se encontraba en el desaparecido convento de la Encarnación de Belén que estaba en la Alameda, el retablo anterior que se encontraba originalmente se trasladó a la iglesia de Badolatosa y fue destruido por un incendio. El actual de Fernando de Barahona data de 1675, cuenta con dos cuerpos, ático y tres calles separadas por columnas salomónicas, una decoración eucarística a base de pámpanos y diversos emblemas de la Orden y una policromía en la que sobresalen los tonos verdes y dorados, lo preside el camarín con la Virgen del Carmen, imagen del siglo XVIII, está flanqueada por San José con el Niño y San Joaquín con el cordero. 
 
 
 
 
En el segundo cuerpo vemos en el grupo escultórico de Santa Ana instruyendo a la Virgen niña, una extraordinaria obra de 1627 realizada por Martínez Montañés, buena prueba de ello es la cabeza de la Virgen, a ambos lados los profetas Elías y Eliseo muy vinculados tradicionalmente con la Orden del Carmelo, en el ático aparece el relieve de la Encarnación, que evidencia el origen del retablo, el convento de la Encarnación de Belén.
 
 
 
 
 
 
A la izquierda del presbiterio se encuentra el retablo de Jesús atado a la columna, una imagen atribuida a Pedro Roldán por la firma que apareció en la peana al restaurarlo, en el ático nos encontramos con un Crucificado de autoría desconocida.
 
 
 
 
 
 
Tras pasar una imagen de Santa Teresa de pie y portando la pluma y el libro, una imagen sin interés artístico, en ese mismo testero izquierdo nos encontramos con el retablo del siglo XVII dedicado a San Juan Bautista, esta imagen de principios de ese siglo está atribuida a Martínez Montañés, es de una gran expresividad y expresa perfectamente la espiritualidad, a los lados se encuentran dos relieves, la Coronación de Espinas y el Camino del Calvario, ambos del mismo siglo anterior. En el ático vemos los relieves de la Presentación del Niño Jesús en el Templo en el centro y en los extremos las Santas Justa y Rufina, todos ellos del XVIII y en el banco la vitrina con San Juanito durmiendo. 
 
 
 
 
 
Siguiendo ese testero nos encontramos con magnifico e interesante cuadro del XVIII de Andrés Rubira aunque algunos se la atribuyen a Juan de Espinal, la Visión del Profeta Elías, en el que Jesucristo le entrega la palma del martirio y la corona de flores de santidad, es una obra de un gran colorido y movimiento.

Y ya en los pies de la nave vemos la reja de la clausura y a ambos lados los comulgatorios, por los cuales reciben al Señor en la comunión. 
 
 
El coro es una estancia de una gran blancura con una bóveda adornada por yeserías de cartones recortados con motivos del águila y la cruz de San Juan, en el muro principal se encuentra una pintura de la Virgen de Guadalupe fechada en 1721 y un retablo rococó con la imagen del Niño Jesús. Por otro lado, en la Sala Capitular hay una imagen barroca de un Crucificado, realizado en cartón encolado.
 
 
 
 
 
En el testero derecho nos encontramos con el retablo de la Virgen de la Estrella, una magnifica imagen realizada hacia 1600, atribuida a Juan de Oviedo aunque por sus rasgos también podría pertenecer a las manos de Juan de Mesa, se encuentra flanqueada por la fundadora de la Orden Santa Teresa de Jesús y Santa María Magdalena de Pazzis, aunque ésta en el momento de realizar la visita, no se encontraba en su lugar, quizás estuviera siendo restaurada. En el ático se puede ver en el centro un relieve de la Anunciación y a ambos lados la Inmaculada y el Niño Jesús.

 
Tras el cancel de entrada vemos el retablo del XVIII por el estilo rocalla que lo decora, dedicado a San Juan Evangelista, una imagen de 1630 de Francisco de Ocampo, aparece con sus atributos habituales, el águila y la pluma en el momento de escribir el Apocalipsis en la isla griega de Patmos, en este lugar es dónde tuvo su encuentro con Jesús, el águila se encuentra delante de él pero lo tapa la lámpara.
 
Y así hemos llegado al final de nuestra visita, un convento muy interesante por el patrimonio artístico que custodia. Al final compramos unos pestiños de elaboración propia, para ayudar al mantenimiento de este edificio.


 


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