miércoles, 17 de septiembre de 2014

CONVENTO DE SANTA INÉS


CONVENTO DE SANTA INÉS
Está situado en la calle Doña María Coronel, 4, en él se encuentran las Religiosas Franciscanas Clarisas, fue fundado por Doña María Coronel, en la casa-palacio familiar en 1374, tras la adecuación lógica de una casa de uso doméstico a uso conventual. Este hecho vino provocado por el interés demostrado por el Rey Pedro I hacia la aristócrata, matando al marido de ésta  para posteriormente acosarla una vez viuda, lo que le llevó a ingresar en el convento de Santa Clara para poder zafarse de él, no consiguiéndolo le llevó a desfigurar su propia cara con aceite hirviendo, ante lo cual, se le despojó de todos sus bienes, hasta que el nuevo rey Enrique I se los restituyó.
Es un complejo gótico mudéjar clásico de la segunda mitad del XVII. Es un espacio con poca fachada al exterior pese a la gran superficie que abarca. Se accede a través de un compás a una portada de piedra que comunica con la Iglesia, en la que se denota la mano de su artífice, Francisco de Herrera el Viejo.
El recinto se organiza en torno a distintos patios y claustros, cómo el patio del noviciado y las antiguas huertas, los patios del obrador y la Camarilla, el compás del propio convento y el de la Iglesia y por otro lado el claustro principal.
El patio del obrador de doble arcada en dos de sus frentes se abre a las dependencias en las que se elaboran sus afamados dulces, la cocina, los almacenes y otras.
El claustro de la Camarilla está formado por una doble galería que lo rodea con arcos peraltados sobre columnas renacentistas de mármol. Se pueden ver unas interesantes yeserías y pinturas murales de diversas épocas. En la planta baja de este espacio se encuentran la enfermería, la cocina y la sala capitular y en la planta alta la mayoría de las celdas. 
A través de la Sala Capitular o sala de ordenación, de planta cuadrada y cubierto con azulejos de cuenca del siglo XVI, se pasa al Claustro principal.
El claustro principal o del Herbolario de estilo renacentista con ciertos detalles góticos y mudéjares es del XVI. Es de forma trapezoidal con hermosas yeserías, cuenta con cuatro galerías de arcos peraltados abajo y escarzanos en la planta de arriba, están soportados sobre columnas de mármol, en ambas galerías se pueden apreciar sus balaustradas y una espléndida portada que se abre al jardín principal. Los zócalos de la misma época es una excelente muestra de cerámicas. En la galería de la planta superior destacan las pinturas murales de mediados del XVI, siendo la más completa de los conventos sevillanos, representan pasajes bíblicos e imágenes de Santos.
A este claustro se abren el refectorio, los antiguos dormitorios y la sala Profundis, en uno de sus frentes se levanta una hermosísima espadaña de corte mudéjar a los pies de la Iglesia, está realizada en ladrillo visto y formada por dos cuerpos y tres vanos. El cuerpo bajo cuenta con dos vanos de medio punto peraltados, el conjunto se remata por un pilar octogonal sobre el que se apoya un cupulín, de idéntica planta y macizo sobre el que se asienta una cruz de forja. 
La Iglesia es de planta rectangular y consta de tres naves con bóvedas de nervaduras, en 1630 Herrera el Viejo realizó la decoración de sus muros con yeserías y pinturas al fresco. El retablo mayor, barroco con estípites está presidido por Santa Inés, de Francisco de Ocampo realizada en 1630, se encuentra flanqueada por los Santos Juanes y por encima de éstos San Pascual Bailón y San Antonio, todas ellas son obras del escultor Juan de Remesal. 
Desde el retablo pasamos a la Sacristía en la que podemos ver una interesante pintura mural del Calvario del último cuarto del XVI, a continuación dos retablos de principios del XVII de la Inmaculada y Santa Clara. 
 
En la nave de la Epístola se encuentra el retablo de la Virgen del Rosario, imagen del XVIII que lo preside y rodeada por un conjunto de tablas flamencas del primer cuarto del siglo XVI en las que aparecen santos y escenas de la vida de la Virgen. Junto a la salida se encuentra el retablo dedicado a San Blas, una talla de Juan de Mesa de 1617.
El coro con su sillería renacentista de 1542 es muy elegante y sobria, en esta estancia se encuentra la urna con el cuerpo incorrupto de Doña María Coronel, vestida con el hábito franciscano y enfrente el órgano de finales del XVII en el que Gustavo Adolfo Bécquer imaginó la leyenda de Maese Pérez el organista. 
Este convento además guarda una buena colección de piezas de orfebrería en plata, como el arca que se utiliza para el Monumento del Jueves Santo, está realizada a finales del siglo XVI en madera de ébano y plata y fue una donación de Doña María Enríquez de Rivera.
Actualmente, tras un acuerdo con la Consejería de Cultura, por el cual se compromete a restaurar el edificio a cambio de la utilización del ala de los antiguos dormitorios para usos culturales.
Entre las delicias con las cuales subsisten se encuentran, los bollitos de Santa Inés, cuya receta fue fue legada por la propia fundadora, además elaboran tortas de aceite, de polvorón, magdalenas, sultanas y cortadillos y los típicos de Navidad, mantecados y roscos de vino. 

  


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